Hecho Clave:
La violencia en las instituciones educativas es un fenómeno preocupante que ha ganado visibilidad en los últimos años y que debe ser abordado de manera holística, sólo así será posible crear un entorno académico seguro, respetuoso e inclusivo.
Son pocos y muy recientes los estudios sobre la violencia en el nivel superior, pero es necesario tratar con urgencia este problema para prevenir. Las universidades, históricamente han sido consideradas como centros de estudio, además son espacios de desarrollo de la investigación académica, sin embargo, no están exentas de incidentes de violencia. En este ámbito surgen necesariamente relaciones interpersonales en las que la cultura de violencia, y en este caso específicamente violencia contra la mujer, se pone de manifiesto, la cual puede expresarse de múltiples formas, desde ataques físicos, verbales, discriminación, violencia psicológica, hostigamiento sexual y ciberacoso. (2)
En la mayoría de los casos, las situaciones de violencia pasan inadvertidas por las personas agredidas y, probablemente, por los agresores, ya que, al ser parte de una cultura generalmente aceptada por la sociedad se vive como formas de interacción corriente. En este sentido, enunciar las conductas generalmente aceptadas como conductas violentas y no aceptables en la comunidad universitaria, posibilita un cambio cultural al interior de las Instituciones de Educación Superior (IES) y que, con seguridad, producirá un cambio respecto a conductas de violencia contra la mujer en función de su género en la sociedad en general.
Las causas de la violencia son múltiples y complejas, porque pueden estar relacionadas con factores individuales, sociales e institucionales. Uno de los elementos que puede influir es la presión académica. Los estudiantes, al enfrentarse a un entorno altamente competitivo y con altas expectativas pueden experimentar niveles elevados de estrés y frustración, lo que, en algunos casos, puede desencadenar comportamientos agresivos. A esto se suma la falta de habilidades emocionales y de manejo de conflictos, lo que dificulta la resolución pacífica de problemas.
También juega un papel importante el entorno social y cultural. La violencia puede ser un reflejo de las tensiones sociales más amplias, como el racismo, el sexismo y la homofobia, que también afectan a los estudiantes y docentes. La discriminación basada en el género, la orientación sexual o el origen étnico puede generar un ambiente hostil y, en ocasiones, propiciar actitudes violentas.
Entre los tipos más comunes se mencionan:
- Violencia física, es toda acción que tiene la intención de causar lesiones físicas, aunque son menos frecuentes entre universitarios.
- Violencia psicológica: en este tipo destacan el acoso, las humillaciones públicas, los comentarios despectivos y la manipulación emocional.
- Acoso sexual: es un problema serio que afecta a estudiantes de todos los géneros, aunque las mujeres son las principales víctimas.
- Ciberacoso: otra forma de violencia que se produce a través de redes sociales, correos electrónicos y otras plataformas tecnológicas donde se expone a la víctima de manera pública y permanente.
La violencia en el entorno académico genera efectos considerables tanto a nivel individual como institucional. En el ámbito personal, las víctimas de violencia pueden sufrir trastornos emocionales, tales como depresión, ansiedad y trastorno de estrés postraumático, lo que repercute en su desempeño académico y en su bienestar general. El temor, la inseguridad también pueden hacer que los estudiantes eviten determinados lugares o eventos dentro de la universidad, limitando su experiencia en el ámbito educativo y social.
A nivel institucional, la violencia tiene el potencial de desgastar el clima de confianza y respeto que debe prevalecer en el entorno educativo. La violencia perjudica la imagen de las universidades y debilita su función como lugares de aprendizaje inclusivo y seguro. Además, puede desencadenar problemas legales para las instituciones, que se ven forzadas a enfrentar litigios y penalizaciones si no gestionan de manera correcta los casos reportados.
Abordar este fenómeno requiere un enfoque multidimensional, que involucre tanto a las instituciones como a los estudiantes. Las universidades deben establecer políticas claras y efectivas para prevenir y sancionar la violencia. Además, es fundamental aplicar los protocolos de atención a la violencia, así como ofrecer apoyo psicológico y legal para las víctimas y lo más importante, crear espacios donde los estudiantes puedan expresar sus preocupaciones y trabajar junto con las autoridades universitarias en la implementación de soluciones.
Referencias
1. Salud, Organización Mundial de la. Informe mundial sobre la violencia y la salud. Washington : s.n., 2002.
2. ¿Violencia o violencias en la universidad pública? Una aproximación desde una perspectiva sistémica. Tlalolin Morales, Bertha Fabiola. 206, Ciudad de México : Revista El Cotidiano, pp 39-50, 2017.